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“Las prácticas restaurativas: la magia y la sinergia hacia la creación de espacios seguros. Una experiencia del IES Antonio Galán Acosta de Montoro, Córdoba”

Juan de Vicente Abad, explica en su libro “Convivencia restaurativa. Aprender a convivir y a construir entornos de aprendizaje seguros” (2021, Biblioteca Innovación Educativa), lo siguiente: “Necesitamos enfoques que nos ayuden a interpretar y gestionar de forma muy práctica la convivencia escolar. Los modelos que hemos manejado hasta ahora, no han sido suficientemente eficaces, ni en sus planteamientos, ni en su aplicación práctica, para superar el dominio del modelo sancionador en las escuelas. La mayor parte de los centros educativos se mantienen en un modelo de justicia retributivo, centrado en el castigo como sistema de gestión de sus problemas de convivencia. La mediación escolar no ha sido suficiente para plantear como queremos gestionar la convivencia desde una lógica diferente a la sanción, y en muchas ocasiones, se sitúa como un recurso complementario o marginal que complementa a un enfoque fundamentalmente sancionador.” A lo largo de su libro, el autor, catedrático de orientación educativa, quien desarrolla su labor como orientador en el IES Miguel Catalán de Coslada, nos plantea como alternativa a ese modelo de convivencia retributivo, centrado en la sanción y en el castigo, un cambio de lógica, “pasar de una lógica retributiva a una lógica restaurativa”. ¿Y en qué consiste esta nueva mirada? ¿Qué es eso de la convivencia restaurativa?
Ted Wachel, presidente y fundador del IRRP (Instituto Internacional de Prácticas Restaurativas), nos explica que las “prácticas restaurativas son una ciencia social, que estudia como generar capital social y alcanzar una disciplina social a través de un aprendizaje y toma de decisiones participativos”. Las prácticas restaurativas proceden de la justicia restaurativa “una forma de ver a la justicia penal que enfatiza la reparación del daño que se le hace a la gente y las relaciones, en lugar de solamente castigar a los infractores (Zehr, 1990). Trasladando este concepto al ámbito educativo, que desde hace años ya se viene aplicando en numerosos centros, vendría a tener como objetivo crear espacios seguros, donde se fomenten momentos para comunicarnos de forma eficaz, donde además surjan relaciones afectivas e inclusivas entre el alumnado/profesorado y comunidad educativa, generando un lugar donde resolver conflictos sencillos del día a día o conflictos más complejos, difíciles de abordar. Los diferentes autores y referentes en la materia, hacen referencia a un continuo en estas prácticas restaurativas, es decir, podemos encontrar prácticas que se situarían en un lado de este espectro, caracterizándose por ser informales, como la declaración afectiva o preguntas afectivas, estrategias que no requerirían de una gran estructuración y preparación previa, hasta llegar a las entrevistas o círculos restaurativos, que sí se definirían por su estructura y orden en su desarrollo y aplicación.
Figura 1. Espectro de las Prácticas restaurativas (Imagen de www.irrp.edu
Nuestro IES Antonio Galán Acosta de Montoro (Córdoba), ha tenido la oportunidad de formarse en esta nueva mirada de concebir los conflictos y formas de gestionarlos, de la mano de nuestro CEP (Centro del Profesorado de Córdoba) en colaboración con el docente Jose Juan Luque Aranda, profesor de Educación Social, de la Universidad de Córdoba (UCO). A lo largo de diferentes sesiones, nuestro equipo de convivencia, formado principalmente por nuestro equipo directivo y varios compañeros/as comprometidos y abiertos a conocer nuevas formas de mejorar el ambiente y cohesión de nuestro centro, aprendimos las diferentes estrategias y herramientas implícitas en ese continuo que forman las prácticas restaurativas. Vivenciar la escucha activa, tomar conciencia e integrar la declaración afectiva, reflexionar sobre nuestros vínculos pasados y presentes con nuestros alumnos/as, con sus familias, conectar con la educación emocional en definitiva, a través de una herramienta estructurada y clara. Nuestra puesta en práctica final, se dirigió hacia un grupo clase de 4 de ESO, quienes en los últimos meses eran frecuentes los conflictos entre diversos grupos creados dentro del propio grupo, generando un ambiente de clase distante, frío y poco colaborador. Realizamos un total de cuatro círculos restaurativos con el grupo, estando las temáticas relacionadas con temas como la Conexión, el magnetismo, conocimiento del otro, búsqueda de acuerdos, cierre de etapa y cierre de grupo.
Seguimos una estructura clara, base de esta estrategia metodológica: 1. Acogida, utilizando un elemento sorpresa y motivador para el alumnado. 2. Preguntas para romper el hielo, y generar movimiento en el grupo, manteniendo en todo momento el hilo y el objetivo que buscamos. 3. Conexión. Fase donde tienen lugar cuestiones centrales e importantes para generar cambios internos en el propio grupo, a través de la reflexión y toma de conciencia. 4. Cierre, última fase del círculo donde compartimos y concluimos desde una mirada amorosa, lo vivido personalmente por cada miembro del grupo. Durante y tras los diferentes círculos, estuvimos atentas al alumnado, reforzando la participación de cada uno de ellos/as, preocupándonos por los menos participativos, mostrando nuestra preocupación e interés por sus sensaciones y emociones vividas en el grupo. De forma natural, el grupo de alumnos/as fue dando un giro, las tensiones fueron disminuyendo, llegaron a tomar decisiones conjuntas en relación a la Graduación del curso, manifestando muchos de ellos, que uno de los principales factores que pudieron movilizar al grupo hacia este encuentro y conexión, fueron los círculos desarrollados; y para que esta información quedara de alguna manera plasmada en una realidad objetiva, nuestro asesor elaboró una escala que permitiese reflejar en una cantidad medible, cuánta efectividad había tenido esta experiencia para nuestros chicos. Los resultados a grosso modo fueron los siguientes. Siendo 16 los alumnos/as que cumplimentaron el cuestionario, se observa que en relación a la “Valoración de la participación en círculos restaurativos”, el alumnado valora, en una escala tipo likert de 1 a 5, siendo 1 completamente en desacuerdo y 5 completamente de acuerdo, que los círculos restaurativos han mejorado el ambiente de clase, con una media de 4,25 puntos, 4.50 de media, en relación a sentirse satisfechos/as al haber participado en los círculos propuestos, indicativo, de que esta experiencia ha funcionado, así como un 4,25 respecto a repetir esta experiencia el curso próximo. El 40% del alumnado comenta que “lo que más le ha gustado de hacer círculos restaurativos”, ha sido conocer mejor a sus compañeros/as. Igualmente el 50% de ellos/as, consideran que los círculos restaurativos les ha servido, como apoyo para conocer a sus compañeros/as. Los resultados anteriores, ponen el acento, en varios aspectos importantísimos que dibujan la esencia de estas prácticas, como es la valoración tan positiva que realiza el alumnado en relación a ser esta vía la que le ha facilitado conocer mejor a sus compañeros/as, repercutiendo este hecho en el ambiente de clase, que mejoró notablemente. Estos datos junto al feedback directo recibido por parte del alumnado y alguna de sus familias, nos hacen creer en esta herramienta y en su aplicación, ya no solo de forma reactiva, ante un conflicto, ante una situación difícil de abordar, sino como estrategia preventiva para todos nuestros grupos. Estamos convencidos que introducir los Círculos restaurativos en nuestras aulas, dotará a nuestros chicos/as de competencias socioemocionales, de una mirada más empática e inclusiva hacia los demás, de tomas de conciencia inter e intrapersonales, acercándonos a ese objetivo que buscamos en la educación, como es el desarrollo integral de nuestros chicos/as, en todas sus vertientes. Por lo vivido, por todo lo experimentado, no cabe duda que hay algo de magia en la aplicación de estas prácticas restaurativas, una sinergia o fuerza que mueve al sistema del grupo, haciéndolo más vivo, más conectado y más fuerte.
Referencias Bibliográficas: – Aguado Asenjo, C. y De Vicente Abad, J: “Gestión democrática de normas”. En Modelo integrado de mejora de la convivencia (2ª de., págs. 139-171). Graó, Barcelona, 2006. – Alonso Hernández, C: “Incluir la igualdad en el plan de convivencia”. Aprender a convivir, aprender a transformar. Dossier Graó (2), 38-41, septiembre de 2017. – Bisquerra, R. : Sentir y pensar. SM, Madrid, 2010. – Bisquerra, R.: Educación emocional. Propuestas para educadores y familias. Desclée de Brower, Bilbao, 2011. – Costero, B., Wachtel, J. y Wachtel, T.: Manual de prácticas restaurativas para docentes, personal responsable de la disciplina y administradores de instituciones educativas. International Institute for Restorative Practices, 2010. – De Vicente Abad, J.: Convivencia restaurativa. Aprender a convivir y a construir entornos de aprendizaje seguros. SM, Madrid, 2021. – Sánchez García- Arista, M. L.: Gestión positiva de conflictos y mediación en contextos educativos. Reus, Barcelona, 2013. – Sánchez Rodríguez, M.: “Las competencias socioemocionales en la escuela”. Aprender a convivir, aprender a transformar. Dossier Gráo , 42-47, septiembre de 2017. – Wachtel, T y Mccold, P.: “Restorative justiciero in everyday life”. En Braithwaite, J. y Strang, H. (Eds.), Restorative Justice en Civil Society (pp. 117-125). Cambridge University Press, Cambridge, 2001. – Zehr, H. : Changing Lenses. Herald Press, Scottdale, Philadelphia, 1995.
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