Juan de Vicente Abad, explica en su libro “Convivencia restaurativa.
Aprender a convivir y a construir entornos de aprendizaje seguros”
(2021, Biblioteca Innovación Educativa), lo siguiente: “Necesitamos
enfoques que nos ayuden a interpretar y gestionar de forma muy
práctica la convivencia escolar. Los modelos que hemos manejado
hasta ahora, no han sido suficientemente eficaces, ni en sus
planteamientos, ni en su aplicación práctica, para superar el dominio
del modelo sancionador en las escuelas. La mayor parte de los
centros educativos se mantienen en un modelo de justicia retributivo,
centrado en el castigo como sistema de gestión de sus problemas de
convivencia. La mediación escolar no ha sido suficiente para plantear
como queremos gestionar la convivencia desde una lógica diferente a
la sanción, y en muchas ocasiones, se sitúa como un recurso
complementario o marginal que complementa a un enfoque
fundamentalmente sancionador.”
A lo largo de su libro, el autor, catedrático de orientación educativa,
quien desarrolla su labor como orientador en el IES Miguel Catalán de
Coslada, nos plantea como alternativa a ese modelo de convivencia
retributivo, centrado en la sanción y en el castigo, un cambio de
lógica, “pasar de una lógica retributiva a una lógica restaurativa”.
¿Y en qué consiste esta nueva mirada? ¿Qué es eso de la convivencia
restaurativa?
Ted Wachel, presidente y fundador del IRRP (Instituto Internacional
de Prácticas Restaurativas), nos explica que las “prácticas
restaurativas son una ciencia social, que estudia como generar
capital social y alcanzar una disciplina social a través de un
aprendizaje y toma de decisiones participativos”. Las prácticas
restaurativas proceden de la justicia restaurativa “una forma de ver a
la justicia penal que enfatiza la reparación del daño que se le hace a
la gente y las relaciones, en lugar de solamente castigar a los
infractores (Zehr, 1990).
Trasladando este concepto al ámbito educativo, que desde hace años
ya se viene aplicando en numerosos centros, vendría a tener como
objetivo crear espacios seguros, donde se fomenten momentos para
comunicarnos de forma eficaz, donde además surjan relaciones
afectivas e inclusivas entre el alumnado/profesorado y comunidad
educativa, generando un lugar donde resolver conflictos sencillos del
día a día o conflictos más complejos, difíciles de abordar.
Los diferentes autores y referentes en la materia, hacen referencia a un
continuo en estas prácticas restaurativas, es decir, podemos encontrar
prácticas que se situarían en un lado de este espectro, caracterizándose
por ser informales, como la declaración afectiva o preguntas afectivas,
estrategias que no requerirían de una gran estructuración y
preparación previa, hasta llegar a las entrevistas o círculos
restaurativos, que sí se definirían por su estructura y orden en su
desarrollo y aplicación.
Nuestro IES Antonio Galán Acosta de Montoro (Córdoba), ha tenido
la oportunidad de formarse en esta nueva mirada de concebir los
conflictos y formas de gestionarlos, de la mano de nuestro CEP
(Centro del Profesorado de Córdoba) en colaboración con el docente
Jose Juan Luque Aranda, profesor de Educación Social, de la
Universidad de Córdoba (UCO).
A lo largo de diferentes sesiones, nuestro equipo de convivencia,
formado principalmente por nuestro equipo directivo y varios
compañeros/as comprometidos y abiertos a conocer nuevas formas de
mejorar el ambiente y cohesión de nuestro centro, aprendimos las
diferentes estrategias y herramientas implícitas en ese continuo que
forman las prácticas restaurativas.
Vivenciar la escucha activa, tomar conciencia e integrar la declaración
afectiva, reflexionar sobre nuestros vínculos pasados y presentes con
nuestros alumnos/as, con sus familias, conectar con la educación
emocional en definitiva, a través de una herramienta estructurada y
clara.
Nuestra puesta en práctica final, se dirigió hacia un grupo clase de 4
de ESO, quienes en los últimos meses eran frecuentes los conflictos
entre diversos grupos creados dentro del propio grupo, generando un
ambiente de clase distante, frío y poco colaborador.
Realizamos un total de cuatro círculos restaurativos con el grupo,
estando las temáticas relacionadas con temas como la Conexión, el
magnetismo, conocimiento del otro, búsqueda de acuerdos, cierre de
etapa y cierre de grupo.
Seguimos una estructura clara, base de esta estrategia metodológica:
1. Acogida, utilizando un elemento sorpresa y motivador para el
alumnado.
2. Preguntas para romper el hielo, y generar movimiento en el
grupo, manteniendo en todo momento el hilo y el objetivo que
buscamos.
3. Conexión. Fase donde tienen lugar cuestiones centrales e
importantes para generar cambios internos en el propio grupo, a
través de la reflexión y toma de conciencia.
4. Cierre, última fase del círculo donde compartimos y concluimos
desde una mirada amorosa, lo vivido personalmente por cada
miembro del grupo.
Durante y tras los diferentes círculos, estuvimos atentas al alumnado,
reforzando la participación de cada uno de ellos/as, preocupándonos
por los menos participativos, mostrando nuestra preocupación e
interés por sus sensaciones y emociones vividas en el grupo.
De forma natural, el grupo de alumnos/as fue dando un giro, las
tensiones fueron disminuyendo, llegaron a tomar decisiones conjuntas
en relación a la Graduación del curso, manifestando muchos de ellos,
que uno de los principales factores que pudieron movilizar al grupo
hacia este encuentro y conexión, fueron los círculos desarrollados; y
para que esta información quedara de alguna manera plasmada en una
realidad objetiva, nuestro asesor elaboró una escala que permitiese
reflejar en una cantidad medible, cuánta efectividad había tenido esta
experiencia para nuestros chicos.
Los resultados a grosso modo fueron los siguientes.
Siendo 16 los alumnos/as que cumplimentaron el cuestionario, se
observa que en relación a la “Valoración de la participación en
círculos restaurativos”, el alumnado valora, en una escala tipo likert
de 1 a 5, siendo 1 completamente en desacuerdo y 5 completamente
de acuerdo, que los círculos restaurativos han mejorado el ambiente
de clase, con una media de 4,25 puntos, 4.50 de media, en relación
a sentirse satisfechos/as al haber participado en los círculos
propuestos, indicativo, de que esta experiencia ha funcionado, así
como un 4,25 respecto a repetir esta experiencia el curso próximo.
El 40% del alumnado comenta que “lo que más le ha gustado de
hacer círculos restaurativos”, ha sido conocer mejor a sus
compañeros/as. Igualmente el 50% de ellos/as, consideran que los
círculos restaurativos les ha servido, como apoyo para conocer a sus
compañeros/as.
Los resultados anteriores, ponen el acento, en varios aspectos
importantísimos que dibujan la esencia de estas prácticas, como es la
valoración tan positiva que realiza el alumnado en relación a ser esta
vía la que le ha facilitado conocer mejor a sus compañeros/as,
repercutiendo este hecho en el ambiente de clase, que mejoró
notablemente.
Estos datos junto al feedback directo recibido por parte del alumnado
y alguna de sus familias, nos hacen creer en esta herramienta y en su
aplicación, ya no solo de forma reactiva, ante un conflicto, ante una
situación difícil de abordar, sino como estrategia preventiva para todos
nuestros grupos. Estamos convencidos que introducir los Círculos
restaurativos en nuestras aulas, dotará a nuestros chicos/as de
competencias socioemocionales, de una mirada más empática e
inclusiva hacia los demás, de tomas de conciencia inter e
intrapersonales, acercándonos a ese objetivo que buscamos en la
educación, como es el desarrollo integral de nuestros chicos/as, en
todas sus vertientes.
Por lo vivido, por todo lo experimentado, no cabe duda que hay algo
de magia en la aplicación de estas prácticas restaurativas, una sinergia
o fuerza que mueve al sistema del grupo, haciéndolo más vivo, más
conectado y más fuerte.
Referencias Bibliográficas:
– Aguado Asenjo, C. y De Vicente Abad, J: “Gestión democrática de
normas”. En Modelo integrado de mejora de la convivencia (2ª de.,
págs. 139-171). Graó, Barcelona, 2006.
– Alonso Hernández, C: “Incluir la igualdad en el plan de
convivencia”. Aprender a convivir, aprender a transformar. Dossier
Graó (2), 38-41, septiembre de 2017.
– Bisquerra, R. : Sentir y pensar. SM, Madrid, 2010.
– Bisquerra, R.: Educación emocional. Propuestas para educadores y
familias. Desclée de Brower, Bilbao, 2011.
– Costero, B., Wachtel, J. y Wachtel, T.: Manual de prácticas
restaurativas para docentes, personal responsable de la disciplina y
administradores de instituciones educativas. International Institute
for Restorative Practices, 2010.
– De Vicente Abad, J.: Convivencia restaurativa. Aprender a convivir
y a construir entornos de aprendizaje seguros. SM, Madrid, 2021.
– Sánchez García- Arista, M. L.: Gestión positiva de conflictos y
mediación en contextos educativos. Reus, Barcelona, 2013.
– Sánchez Rodríguez, M.: “Las competencias socioemocionales en la
escuela”. Aprender a convivir, aprender a transformar. Dossier Gráo
, 42-47, septiembre de 2017.
– Wachtel, T y Mccold, P.: “Restorative justiciero in everyday life”.
En Braithwaite, J. y Strang, H. (Eds.), Restorative Justice en Civil
Society (pp. 117-125). Cambridge University Press, Cambridge,
2001.
– Zehr, H. : Changing Lenses. Herald Press, Scottdale, Philadelphia,
1995.