Escrito por Alma Serra.
Garaigordobil (2008) desarrolla toda una línea de investigación basada en la evidencia, en la que analiza los cambios de un grupo de escolares con diferentes dificultades a nivel de desarrollo social y afectivo-emocional, con ideación suicida. En todas las áreas que se evaluaron: convivencia, bullying, depresión, racismo, sexismo… el suicidio fue el área que mayor repercusión tuvo en cuanto a la mejora y la recuperación de los participantes.
En una de las guías de referencia en España, “Detección y prevención de la conducta suicida” (Consejería de Sanidad de la Comunidad de Madrid, 2011), elaborada por la comunidad de Madrid junto con la Asociación de Investigación, Prevención e Intervención del Suicidio y familiares allegados en duelo por suicidio (AIPIS-FAeDS), argumentaban en su introducción la importancia de la gestión emocional, el acompañamiento y la implementación de actividades enfocadas al desarrollo de competencia como la corregulación y la autorregulación emocional (Ravetllat, 2023).
Fue el gobierno de la Comunidad Valenciana cuando en 2021 creó el primer protocolo de prevención de suicidio en el alumnado, dada la altísima alta de menores con intención y comunicación suicida que, sin llegar a consumarlo, sí pedían ayuda. Para ello, se desarrolló el Plan Ariadna, que dota con 70 millones de euros la asistencia mental hasta el 2027, garantizando los recursos para la investigación sobre la salud mental en menores en las universidades valencianas (Ravetllat, 2023). Vergas et Al. (2018), plantea en esta línea la relación entre niveles altos de inteligencia emocional y otras variables como la alta autoestima, conductas prosociales, o alta autoestima, con los índices de suicidio en la población infantojuvenil. Es tajante en la afirmación que correlaciona niveles altos de inteligencia emocional con procesos de educación emocional y disminución de los problemas de salud mental. Son Zeleeva y Shubnikova los que, en 2006, también afirmaron que uno de los principales objetivos de la implantación de programas de educación emocional en las escuelas, debía ser la formación de recursos resilientes que mejoraran la estabilidad mental de los menores y las influencias negativas de la sociedad.
Retrocediendo en el tiempo, Salovey y Mayer (1990) explicaron que el concepto de inteligencia emocional no solo se refería a la habilidad de controlar nuestras propias emociones, sino también a la capacidad de entender las emociones de los demás y de utilizar esta información para guiar nuestro comportamiento. En este sentido, los planes de desarrollo de la inteligencia emocional promueven, de forma consustancial, que las personas estén mejor equipadas para lidiar con emociones “difíciles” y buscar soluciones constructivas a los problemas internos y externos. Al igual que la falta de ésta puede aumentar el riesgo de comportamiento suicida, especialmente en situaciones de estrés o trauma. Las personas que tienen dificultades para regular sus emociones pueden sentirse abrumadas por sus sentimientos y tener dificultades para encontrar soluciones efectivas a sus problemas (Zeleeva y Shubnikova, 2006).
Dentro del plan de gobierno actual sobre la Agenda 2030, agenda impulsada por Naciones Unidas, se contemplan 17 objetivos para el desarrollo sostenible y 169 metas para la mejora de la calidad de vida de las personas y la protección del medio ambiente. Dentro de estos objetivos, los 3, 4, 5 y 11 están relacionados con factores de riesgo de suicidio y la importancia de garantizar factores de protección. A continuación, se detallan literalmente para ilustrar la importancia que se le da a la salud mental en la lucha contra la desigualdad y la promoción de una vida sana (Ravetllat, 2023):
• Objetivo 3. Atendiendo a que una mejora de los factores personales de resiliencia contribuye directamente a garantizar una vida sana y promover el bienestar en todas las edades
• Objetivo 4. Garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad y promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida también incluye acciones de educación no formal e informal como pudiera ser el entrenamiento poblacional en el desarrollo de resiliencia: autoestima, empatía, autonomía, humor y creatividad para lograr una sociedad con una mayor capacidad de resistencia a desarrollar recaídas ante situaciones de crisis existenciales.
• Objetivo 5. Aplicando un entrenamiento en habilidades de resiliencia con perspectiva de género, se logra al unísono la igualdad entre los géneros.
• Objetivo 11. Con una población con mayor capacidad para superar circunstancias traumáticas y/o adversas, estamos construyendo ciudades y asentamientos humanos más inclusivos, seguros, resilientes y sostenibles.
De igual forma, Cha y Nock, (2009), en una de sus investigaciones, desarrollan que, en el contexto del comportamiento suicida, las menores que tienen dificultades para entender y regular sus emociones son más propensas a tener pensamientos y comportamientos suicidas. En este sentido, Gómez et al. (2020), concluyeron en la investigación más reciente que han realizado, que la educación emocional reduce el riesgo de ideación suicida en adolescentes. Los resultados mostraron que los estudiantes que recibieron entrenamiento en habilidades emocionales tenían una menor probabilidad de tener pensamientos suicidas y una mayor capacidad para manejar situaciones emocionales difíciles.
Además, autores como Paredes y Sánchez (2020), relacionaron que aquellos menores que habían padecido acoso escolar eran más vulnerables al pensamiento suicida, constatando que los programas de prevención del acoso a través de la educación emocional, también mejoraba la salud mental de los participantes.
Actualmente, el hito a nivel social en España lo puso la aprobación de la Ley Orgánica de Protección Integral a la Infancia y la Adolescencia frente a la Violencia (2021). Esta ley insta a cumplir la Convención de los Derechos del niño y la Agenda 2030 en las que la salud mental de los menores tiene un papel principal en su desarrollo holístico. Plantean las bases de un buen trato para minimizar los factores de riesgo y generar una filosofía educativa que plantee, al menos a las escuelas, como espacios seguros para niños, niñas y adolescentes.
Llegados a este punto, aunque la literatura va en aumento, existe poca evidencia científica que demuestre la relación entre la educación emocional y la prevención del Suicidio. Por un lado, existen numerosos programas de educación emocional que tienen como objetivo mejorar la calidad de vida del alumnado; por otro, estudios sobre la prevalencia del suicidio en menores con problemas en la gestión emocional, pero, las pocas revisiones sistemáticas encontradas que unan ambas variables, siempre están relacionadas con otros problemas de salud mental o incluyen al acoso escolar. Lo que impide analizar la relación exclusiva entre educación emocional y suicidio.
Además, la pandemia ha provocado un cambio social de magnitudes que actualmente se están estudiando. No se ha tenido tiempo suficiente para generar estudios de carácter longitudinal con el objetivo de para analizar estos dos componentes en una sociedad poscovid, lo que ha dificultado la “actualidad” de las investigaciones encontradas.
Para lo que sí tenemos evidencia es que, por poco que hagamos en relación con la atención de las necesidades emocionales del alumnado, las consecuencias pueden ser muy transformadoras. No minusvaloremos pequeñas intervenciones porque, cuando hay mucha necesidad de atención, un pequeño detalle puede ser el cambio.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Consejería de sanidad de la Comunidad de Madrid. (2011). Guía para familiares: detección y prevención de la conducta suicida en personas con una enfermedad mental. http://www.madrid.org/ bvirtual/BVCM017097.
Ravetllat Ballesté, I. y Cabedo Mallol, V. (eds.). (2023). Estudios sobre la Ley Orgánica de protección integral a la infancia y la adolescencia frente a la violencia. Valencia:edUPV. doi.org/10.4995/IA.2022.637401
Salovey, P. y Mayer, JD (1990). Inteligencia emocional. Imaginación, Cognición y Personalidad, 9. 185-211. https://doi.org/10.2190/DUGG-P24E-52WK-6CDG
Zeleeva, V. y Shubnikova, E. (2016). Prevention of addictive behavior based on the formation of teenagers’ resilience, International Journal of environmental & Science education, 11(8), 2015-2023
Cha, C., y Nock, M. (2009). Emotional intelligence is a protective factor for suicidal behavior. Journal of the American Academy of Child and Adolescent Psychiatry, 48(4), 422-430. doi:10.1097/CHI.0b013e3181984f44
Paredes, L. y Sánchez, I. (2020). La Educación Emocional Como Herramienta De Actuación Frente Al Acoso Escolar. V Congreso internacional virtual sobre La Educación en el Siglo XXI. https://www.eumed.net/actas/20/educacion/29-la-educacion-emocionalcomo-herramienta-de-actuacion-frente-al-acoso-escolar.pdf